Molotov

lunes, 23 de junio de 2008

 

»El terror al comunismo, reinante en América y en gran parte de Europa, es muy extraño, y así lo califico para no emplear otros adjetivos demasiado fuertes. Vuestros gobiernos, impulsados por la necesidad de las cosas, están preparando en sus propios países un embrollo de «controles», vínculos, planes económicos, intromisiones burocráticas y estatales, que concluirán por crear en todas partes regímenes del tipo colectivista y conformista, los que a su vez no diferirán mucho del tan temido comunismo. Y no pueden proceder diversamente a causa de la complejidad y de las exigencias de la vida moderna, las que requieren una continua y progresiva intervención del Estado en todos los campos de la actividad humana. Aun cuando vuestros gobiernos continúen utilizando las viejas palabras del liberalismo y de la democracia, la realidad cotidiana les obliga a imitar, aun cuando sea de un modo gradual y disimulado, a los sistemas socialistas. Es completamente ridículo que vosotros proclaméis el peligro comunista mientras con vuestras propias manos estáis formando regímenes cada vez más similares, en sustancia, al comunista.

»Es una fatalidad histórica de la que ningún país moderno puede liberarse. Al cabo de algunos lustros bastarán pocos cambios de estructura y nomenclatura, unos pocos retoques, a fin de que vuestros países se conviertan en hermanos gemelos de los países comunistas.

»Hoy en día en el Occidente toda la política se ha reducido a la economía. En el siglo pasado aún se hablaba de principios, de ideas, de valores nacionales o ideales; ahora vuestros señores no hablan más que de problemas financieros, de tarifas, salarios, reformas agrarias, sindicatos y huelgas, hablan de exportaciones y de mercados, de nacionalización de las industrias, de producción, ocupación y de otros temas semejantes. Al mismo tiempo que declaran ser adversarios del marxismo están demostrando día a día haberse convertido, prácticamente, a una doctrina genuinamente marxista: la del «materialismo histórico». Así pues, incluso ideológicamente ya estáis maduros para el comunismo.

»Por todo ello, Rusia no tendrá necesidad ninguna de promover guerras para fundar el comunismo mundial. Ante todo, nuestro gran Stalin no es un romántico, un soñador, un impulsivo, como lo eran Mussolini, Hitler y Trotzski, por lo que no ama las aventuras costosas y peligrosas. Es un asiático de buen sentido y conoce la difícil pero preciosa virtud de saber esperar. Tiene la seguridad de que la doctrina marxista-leninista es la verdad, y aguarda pacientemente a que las fuerzas inmanentes de la economía capitalista cumplan su obra, sin necesidad de empeñar a su pueblo en una lucha peligrosa y sangrienta. Conoce bien lo que sucede en el mundo: el régimen capitalista, a causa de las leyes mismas de su desarrollo interno, tarde o temprano debe llevar a una crisis mortal: desocupación creciente, desequilibrio entre la producción y el poder adquisitivo, descontento y desorden, anhelo y espera de una edad nueva. Además, Stalin sabe que en cada país enemigo puede contar con un número cada vez más ponderable de aliados voluntarios y entusiastas, que no cuestan casi nada a nuestro erario, mientras que los países capitalistas no pueden contar con ningún aliado serio en los países comunistas. Por todas estas razones es inverosímil una guerra de conquista querida por las Repúblicas Soviéticas, mientras que, más que probable es casi cierto el triunfo definitivo del comunismo mundial. Estas son verdades elementales que ya hubiera debido comprender el Occidente si no estuviera ensordecido por fraseologías ya superadas y por temores injustificados.


Reflexión hecha por Molotov acerca

del capitalismo y el comunismo


En los primeros tiempos, los revolucionarios rusos acostumbraban a adoptar seudónimos o nombres de guerra algo teatrales, tanto para despistar a la Policía del Zar como para presumir.

Viacheslav Mijailovich Skriabin, se hizo llamar Molotov, que significa «martillo». Nació el 9 de febrero de 1890 en Kukarka, distrito de Viatka, en la provincia de Perm, en el este de la Rusia europea. Militante del partido Bolchevique ruso desde muy joven, lucho por las ideas comunistas al lado de Lenin y Stalin.


Quien habría de ser jefe de la diplomacia norteamericana más adelante, John Foster Dulles, escribió en su libro «War and Peace»: “He visto actuar a todos los grandes políticos de rango internacional de este siglo, empezando por los que se reunieron en la Conferencia de La Haya en 1907. Jamás he visto habilidad diplomática rayando en tan alto grado de perfección como la de Molotov.”


En 1961 fue acusado de complicidad en los crímenes de Stalin y al año siguiente le expulsaron del partido. Falleció el 10 de noviembre de 1986

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